Sobre ella:
Durante años ha compaginado trabajo, viajes y fotografía recopilando infinidad de situaciones, lugares y personajes que dan lugar a esta serie de fotomontajes de una realidad turística transformada en crítica jocosa; Sun Blind.
Trabajo. Distribuyo mi sueldo según mis prioridades. Tengo vacaciones y decido disfrutar de ellas “haciendo turismo”. Por eso, elijo un destino, compro un billete, reservo un hotel y me embarco en un viaje insubstancial. Así, casi sin pensarlo, millones de personas visitan distintas ciudades del mundo cada año y, como si de un asunto pendiente se tratara, van tachando de su lista lugares sujetos al azar del boca a boca o a la eventualidad de lo que podríamos calificar como “una moda turística”. Y es que, como no podía ser de otra manera, no consiste el turismo en una competencia libre de estereotipos ni tendencias, más bien todo lo contrario: estas se han convertido en fuente indispensable que le da de beber.
Como por arte de magia, gente con diferentes gustos, inquietudes y hábitos culturales se mimetiza en una gran masa turística; se une en una aglomeración constante que culmina en la total ocupación de hoteles y resorts, tanto de playa como de montaña, de ciudad o de campo. Casas rurales con encanto o sin él, apartamentos, cuevas, caravanas o zulos, todo vale para alojar a los penitentes de la cofradía del “quiero porque puedo” en esta, la procesión del “me merezco unas vacaciones”.
Pero… ¿viajar consiste realmente en esto? ¿Acaso hacer turismo es sinónimo de viajar o simplemente es una mera opción para ventilar la rutina?